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Un hombre atraviesa una calle

Un hombre atraviesa una calle

“Es menos conocido en América de lo que debiera ser”.

Con esta oración, el escritor antioqueño Baldomero Sanín Cano empezó en 1925 una conferencia dedicada a Georg Brandes, crítico literario de origen danés, pensador e historiador de la literatura europea, a quien Sanín consideró una de las mentes más luminosas de la segunda mitad del siglo XIX. La admiración de Sanín por Brandes fue intensa y sostenida. La manifestó durante toda su vida, hasta en su última entrevista: “Sí, Brandes me ha influido indudablemente”, le decía parco, con el peso de noventa y seis años encima y dos siglos vividos, a un periodista entusiasta. Entrevistado y entrevistador se encontraban en un pequeño apartamento de Bogotá; era mayo de 1957, Brandes había muerto hacía treinta años y Sanín moriría apenas unos días después. Es posible que antes de esa entrevista el nombre del pensador danés no hubiera resonado entre los cerros de la capital por mucho tiempo. Y es probable que tampoco resonara mucho por entonces en otras capitales latinoamericanas. Quizás por eso su conferencia de 1925, antes citada, empezaba afirmando con un tinte de amargura que el nombre de Brandes era menos conocido en este continente de lo que merecía serlo.

Hoy, más de setenta años después de su muerte, podemos afirmar, haciendo nuestras sus exactas palabras, que el nombre de Baldomero Sanín Cano es menos conocido en América de lo que debiera ser. Las razones de ese desconocimiento no son materia de esta presentación y la aparición de un nuevo libro suyo o sobre él no podrían revertir las intrincadas maniobras del tiempo y de la historia literaria. Pero si nombrar a un muerto permite invocarlo brevemente, así como Sanín invocó a Brandes poco antes de morir, al nombrarlo en su última entrevista, traer el nombre del escritor antioqueño a colación, ahora, es una forma de hacerlo presente para que resuene en las paredes de nuestra mente y habite fugazmente nuestro tiempo. Y así, quizás su imagen difusa se haga un poco más nítida para la mirada contemporánea.

Sin embargo, la imagen de Sanín que me gustaría traer a la presencia no es la del hombre sapiente que apoya su mentón en la mano, emulando la clásica postura de pensador (tal cual fue pintado por Efraím Martínez), sino otra imagen: la del hombre que atraviesa, envuelto en un sobretodo negro, una decimonónica calle bogotana. El libro que se presenta ahora para descarga gratuita, Toda la vida del pensamiento: Baldomero Sanín Cano en el fin de siglo colombiano, persigue de alguna manera esa imagen. Se trata de una recopilación de más de cincuenta textos escritos por Sanín entre 1886 y 1908, periodo en el que vive en la capital del país, a la cual llegó, desde Medellín, hacia 1885, después de un viaje de once o doce días a lomo de mula; y de la que se fue, a inicios de 1909, en un transatlántico que lo llevó hasta Londres.

Durante un poco más de veinte años de estancia en Bogotá, Sanín escribió febrilmente. Publicó narraciones, versos, críticas, cartas abiertas y ensayos, coeditó y fue redactor de los dos números del periódico La Sanción, dio a la imprenta de Fernando Pontón el famoso folletín Núñez, poeta, dirigió la Revista Contemporánea y fue maestro de jóvenes escritores que fundaron sus propias revistas. Y el gran tema de sus escritos, por este periodo, fue sin duda la contemporaneidad: escribía sobre las costumbres bogotanas finiseculares, sobre las mujeres que creaban en Washington la primera organización en defensa de sus derechos, sobre los autores “exóticos” que marcaban la pauta moderna en Europa, sobre los jóvenes poetas y novelistas que en Bogotá y Medellín daban a la imprenta sus primeras obras, sobre los abusos de poder del cada vez más quebrado y autoritario orden político regeneracionista; todo aquello que le indicara el pulso de su presente, todo lo que le hiciera sentirse habitante de su tiempo.

Y una parte de esa palpitante actividad intelectual se recoge en esta compilación. No se trata de toda la producción escrita por Sanín en este periodo, ese es un trabajo aún por hacer. Pero este conjunto de textos, la mayoría inéditos hasta ahora, persigue esa imagen ―que es inventada, pues no hay un registro fotográfico que nos lo muestre así­― del hombre que atraviesa una calle empedrada de la fría Santafé de entonces, con el pensamiento fijo en las lecturas de la noche anterior, en el texto que entregará a la prensa, y la mirada atenta e inquieta buscando, en cada signo de su presente, toda la vida del pensamiento. Evoco y persigo esa imagen para que el nombre de Baldomero Sanín Cano siga resonando y su sonido venza el tiempo y el olvido.

Una expansión de esta imagen se encuentra en la temporada especial de mi pódcast De sobremesa, titulada justamente “Toda la vida del pensamiento”.

En Instagram: https://instagram.com/desobremesapod

En Spotify: https://open.spotify.com/show/3i3AJej4FB9QBYP5zjr9fN?si=b289e32d85a5462c

 

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Necesitamos más libros de ensayo

Cuando era estudiante de pregrado pasaba algunos sábados enteros visitando librerías; claro, cuando había ahorrado lo suficiente para darme el gustico. Recuerdo que sin pensarlo mucho apenas entraba a cada local iba directo a la sección de literatura universal. ¿Cómo no? Si es que nadie discute que la literatura suele ser uno de los discursos más populares y que más ventas representan para muchas librerías, por lo que es común que estantes repletos de ficción sean los más llamativos y con los que uno primero se topa en la experiencia de comprar libros. Ya en segundo plano quedan géneros y tendencias como lo son la poesía, la novela gráfica, los libros técnicos, los de autoayuda y muchos otros.

No obstante, libros de no ficción, especialmente ensayo, pasaron desapercibidos por mí hasta que, por necesidad académica, empecé a comprar libros de ensayo de investigación que para entonces se convirtieron en imprescindibles para mi educación formal. Hablo de autores que ya hoy día son clásicos como: Max Weber, E.M. Cioran, Theodor W. Adorno, Hannah Arendt, Jürgen Habermas, Walter Benjamin, Vladimir Nabokov, Pierre Bourdieu, Isaiah Berlin o Norberto Bobbio. Y como son autores clásicos, podemos ya inferir que se trata también de textos ensayísticos clásicos, o al menos de los que reposan en el imaginario común como “lo que debe ser un ensayo”.

¿Es un género literario o una tarea para entregar?

Hablar del ensayo como género discursivo necesariamente nos remonta al recuerdo de estar en el colegio o universidad y entregar con cierto pánico aquel escrito de 3, 5 o 10 páginas en las que debíamos hacer manifiesta nuestra posición sobre un tema. Que si el cambio climático es malo, que si las mujeres deben tener derecho a abortar, que si equis o ye. En cualquier caso, la intención detrás de aquel escrito se reducía a sacar buena nota y pasar la materia. Como si aprender a expresarnos de forma escrita, con fluidez y gracia fuera una obligación que pocos pueden conquistar y hacer suya.

El ensayo es mucho más que ese género discursivo tan usado en contextos educativos y académicos. No se trata de argumentar, persuadir ni convencer. Se trata más de exponer ideas, de poner en palabras pensamientos o sentires que apelan a la realidad común y tangible que como humanos tenemos la fortuna de experimentar. En mi opinión, un buen ensayista guía, procura que el lector forme su propio criterio; no busca imponer sus visiones de mundo sino compartirla para, a partir de ello, construir en conjunto nuevas ideas y nuevas experiencias. Incluso, contrario a la creencia popular por establecer la objetividad inamovible, el ensayo (por cierto, como género moderno fue inventado por Michel de Montaigne) por su naturaleza tiene una alta carga de subjetividad.

Tal como Guillermo Castillo, autor de El ensayo y el despertar de la conciencia histórica en Colombia indica:

Sin duda, la idea de ensayo como forma de expresión […] diríase que, en calidad de género literario, deviene en crisol y poética del pensamiento. Esta concepción de Lukács se puede acompañar con la idea de Adorno según la cual el ensayo comporta una intención hermenéutica y supone una actitud escéptica, lúdica, experimental, antidogmática e indagatoria frente al mundo. En conjunto, las acepciones anteriores se refieren a un acto específico de habla performativo cuyo fin es codificar la vivencia intelectual del ser humano. Cuando hablamos del ensayo no podemos entonces quedarnos únicamente con la idea de un producto escritural nacido de un ejercicio del intelecto que se cierra sobre sí mismo. Se trataría, sobre todo, de la posibilidad de trabar relación con un objeto de naturaleza abierta e inacabada que, ante todo, presenta a flor de piel la intelectualidad humana como experiencia y vivencia subjetiva e intersubjetiva.

Los textos de no ficción nos revelan, con gran riqueza retórica, algunas respuestas sobre problemas que actúan como detonantes para nuevas preguntas. Tal es el caso de ese ensayo científico (o académico duro), aquel que pulula en los círculos investigativos y de revistas indexadas que componen las comunidades científicas. Y es que si revisamos cuál es el verdadero interés del discurso científico, encontramos que desde su etimología (pues viene del latín discursus [‘acción de correr de una parte a otra’]) se trata de la construcción textual que permite la comunicación de contenidos científicos por medio de una lengua especializada en la que se caracterizan el léxico, la sintaxis y la configuración textual completa.

Es decir, el funcionamiento de las ciencias se basa en que sea precisa la comunicación de ideas; claro, en los papers y demás documentos hiperespecializados se respetan unas normas y convenciones, como lo son los sistemas de citación y referenciación, que buscan estandarizar procesos de evaluación y publicación. Pero lo que quiero señalar con esto es que el discurso científico no pretende imponer verdades sino facilitar el diálogo y el debate de ciertos postulados, de modo que entre todos se pueda construir esa verdad tan anhelada; y ello no sería posible si en primer lugar no existiese el ensayo como género discursivo.

¿Qué hay que tener en cuenta para escribir un ensayo?

Apartándonos un poco de esa imagen mental de batas blancas y laboratorios, aparece la pregunta ¿cómo organizar un discurso coherente que contemple el autor, el lector, lo real y el texto sin dispersarse en todas direcciones? Para lograr esto resulta necesario contar con un lenguaje claro, directo, rico en léxico y sintaxis sobre un tema, problema o idea que da lugar a una reflexión argumentativa. El problema, cualquiera que sea su naturaleza, despeja una pregunta a partir de un relacionamiento de ideas e intenta, mediante la interrogación (de un ¿cómo?), presentar un ¿por qué?

Además de la definición de una problemática destinada a coordinar los diferentes niveles del ensayo, comentario o explicación, la demostración exige cierta retórica (arte de convencer). De aquí deriva una cronología invariable (introducción, desarrollo, conclusión): su fundamento depende de un discurso que para ser eficaz debe persuadir. El ideal reside en preservar la unidad del conjunto y la especificidad funcional de cada parte. La coherencia global del escrito derivará de los “hilos de la trama” que se reconocen de principio a fin; de aquí que en la introducción se planteen todas las bases de la problematización explotada linealmente en el cuerpo del trabajo.

Cuando se trata de un ensayo, la idea no es hacer un catálogo de ideas más o menos banales sino organizar una reflexión pertinente. Un buen ensayo indica al lector el plan de exposición, es decir, da las guías para navegar en el desarrollo del texto; para ello se requiere de precisión, variedad y pertinencia. Por último, la conclusión no es el resumen de todo lo expuesto, sino el balance de la reflexión y de la respuesta al problema a la luz de las ideas desarrolladas. Es necesario abrir el problema, proponerle al lector nuevas pistas para la reflexión a partir del problema inicial; reformular una pista nueva, como si se tratara de un nuevo tema con posibilidades de argumentación.

El ensayo divulgativo

Para cerrar, quiero llamar la atención sobre obras y autores que hoy en día publican sus ensayos que se salen un poco del molde. Claro, puede que en algunos casos se trate de decisiones editoriales y del acompañamiento al autor en el proceso de escritura; ello puede ser muestra del deseo de innovar, así como su vocación de fomentar el debate y el intercambio de ideas (como en los sellos editoriales Debate y Taurus; esta última, por cierto, fundada por nuestro intelectual colombiano Rafael Gutiérrez Girardot).

Pienso por ejemplo en el reciente caso de Irene Vallejo y El infinito en un junco, libro que se ha vendido como pan fresco y cuya popularidad le ha permitido múltiples traducciones en el globo. Para dar más señas, se trata de un ensayo sobre la historia de los distintos formatos y materiales en los que se trasmitieron las ideas desde la antigüedad hasta hoy, es decir, hasta aterrizar en el libro impreso y luego ya en el e-book. Pero la gracia de este libro es, según interpreto lo dicho por Luis Fernando Afanador, que se trata  de un ensayo que mezcla el dato histórico/filológico con alusiones personales y referencias a la cultura pop. De modo que resulta en una propuesta disruptiva y que refresca nuestras ideas clásicas sobre ese tipo de textos.

Otra mención a libro de ensayo contemporáneo que me ha gustado mucho leer es Cómo funciona la música del compositor y cantante de la banda Talking Heads David Byrne. Se trata de una propuesta divulgativa, literaria y documentada que combina apasionantes nociones sobre la historia de la tecnología musical, anécdotas autobiográficas sobre su etapa en Talking Heads, un repaso a las corrientes musicales del siglo XX y un interesante análisis sobre el presente y el futuro de la industria musical.

Sin duda, el lector interdisciplinario que quiere informarse, opinar y dialogar sobre los distintos temas que interesan hoy, y que desea hacerlo a través de obras accesibles pero escritas, al tiempo, con el rigor de los grandes especialistas e intelectuales, cuenta hoy en día con un catálogo amplísimo de opciones para escoger. Por fortuna, aquella noción paquidérmica del ensayo como trabajo para entregar en clase se va desprendiendo del imaginario común y, sobre todo, de la oferta editorial actual.

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¿Qué regalarle a un amante de los libros?

El no saber mentir o disimular, características que hacen a alguien “transparente”, si bien pueden ser útiles para socializar, a veces pueden jugar en contra en algunas situaciones, como al recibir un regalo que no nos agrada o que resulta ser equivocado. Por ejemplo, en una navidad me regalaron un libro llamado algo así como: La biblia del fuego eterno de los illuminati. En esa época, (o sea, en mi adolescencia) que buscaba lo “no conocido” y mi última lectura “trascendental” había sido El lobo estepario de Herman Hesse, me sentí muy poco hábil para disimular la expresión de #NoMeGustóQuéHagoQuéPena.

Di las gracias y afortunadamente vi que la factura estaba pegada en la contraportada e indicaba que podía cambiar el libro dentro de los siguientes 7 días hábiles. A la mañana siguiente fui a la librería; para escoger el reemplazo me acompañó una familiar que me ayudó a elegir entre la sección de clásicos el que más me pudiera interesar; me indicó El Ulises de James Joyce. Al terminar el día hablamos sobre la anécdota y me dijo que, para ella, la mejor muestra de conocer a alguien era saber qué libro regalar, pues ello implicaba esfuerzo, tiempo y saber tomar la decisión correcta y que encajara mejor con la persona y el tipo de relación que se tenía con ella. Difícil de hacer, pero cierto.

La anterior historia es cierta y sucede todos los días en muchas partes, pues es complejo saber cómo pegarle al gusto literario de alguien, incluso, para un ávido lector toma su tiempo elegir su siguiente lectura.

La lectura perfecta para un amante de los libros

Por lo anterior, hoy responderemos a la pregunta; pues bien, hemos de empezar este camino ofreciendo un abanico de posibilidades que van más allá de los libros como tal. Veamos, existen libros clásicos, antiguos, nuevos, hasta impresión de libros en Bogotá, etc., pero como complemento, el formato se ha abierto hasta llegar al libro álbum, catálogos de artista, novelas gráficas, antologías literarias, cómics, antologías de cómics, libros de arte, e incluso, libros sobre el concepto artístico de una saga de televisión, como los dedicados al universo del Señor de los anillos, Star Wars o Harry Potter.

En el último caso, incluso hay libros que se escribieron solo porque aparecieron en la saga original y fueron pedidos por el público, este es el caso de Los cuentos de Beedle el Bardo, Quiddicth a través de los tiempos y Animales fantásticos y dónde encontrarlos, que se volvieron de colección. Lo mismo ha ocurrido con las obras de J.R.R. Tolkien y de George Lucas. Algo que hay que aclarar, es que no es un problema de poca oferta, sino de saber ver entre tantas posibilidades lo que conecte mejor con el amante de los libros al que se le buscará regalar uno de entre tantos títulos.

Ahora surgen las preguntas tipo ¿cómo escoger la opción más adecuada? Y ¿cómo hago para escoger el libro perfecto? Más allá de eso, para dar en el punto, es mejor delimitar entre los gustos de la persona y así escoger un producto editorial que responda a un gusto y no a todos a la vez. En este sentido, para empezar a se deben aclarar ciertos aspectos, por ejemplo ¿con qué objetivo doy el libro? ¿Qué autores le gustan y cuáles no? ¿Qué géneros no ha leído? ¿Le gusta algún tema histórico, de arte, de música?

Responder estas preguntas permitirá empezar a delimitar y a tener un objetivo claro al momento de entrar a una librería. Por ejemplo, ya no se preguntará al asesor o vendedor ¿qué libros me recomienda? Si no, ¿qué libros de autores nuevos de ciencia ficción tiene? ¿Tiene alguna edición dedicada a la fotografía de paisajes de Colombia? ¿Tiene algún libro sobre arquitectura? ¿Tiene algún libro sobre cocina de la región andina? Y la lista sigue y sigue.

Para tomar cualquier tipo de decisión se deben recolectar datos, y esta ocasión no es la excepción. Es importante preguntar a conocidos, familiares y amigos, en el caso de que sea una sorpresa, de lo contrario, es mejor preguntar directamente a la persona afortunada qué gustos tiene, qué no regalarle, qué está pendiente en su lista de deseos y, de la mano de esto, ya es posible enviar anónimamente listas de deseo para saber exactamente qué se espera recibir. Mata un poco el misterio, pero ahorra situaciones incómodas, como la de La biblia del fuego eterno de los illuminati. 

En este orden de ideas, un amante de los libros puede fácilmente no querer un libro, y ahora hay una serie de accesorios para lectura que son infinitos, cositeros, coleccionables, grandes, pequeños, y dan un placer inmenso tenerlos. Por ejemplo, un Kindle, que es un dispositivo electrónico con una pantalla sin brillo, es un regalo con una calificación 20 de 10. Permite almacenar miles de títulos, subrayar, anotar, etc., y no ocupa espacio. Las lámparas de lectura son otro favorito, además, se han diversificado y se encuentran dedicadas a libros, autores, sagas y demás. Cojines de lectura: nada cómo regalar un lugar para leer.

Mugs con frases alusivas a libros o personajes. Separadores de página artesanales, temáticos y personalizables, incluso, algunos permiten llevar el tiempo de lectura. Resaltadores inteligentes, ya no solo están los que colorean las hojas, no, ahora también pueden escanear frases que se pasan a un documento en el celular, o incluso, leer en voz alta, para quienes tengan problemas de vista. Pesos para las hojas, ¿qué son? Son pequeños accesorios que se ponen a cada lado del libro y lo mantienen abierto, así, quedan las manos libres; de la mano de estos, hay anillos ovalados que se ponen en el pulgar y permiten tener el libro abierto sin más ayuda. La lista sigue y sigue.

Como conclusión, ya es evidente que el quedarse en blanco al momento de escoger un libro para un amante de la lectura ya no es un problema pues hay muchas más opciones que un bono, lo cual a veces se interpreta como impersonal, o como una salida fácil, aunque es una opción segura si el destinatario es una persona bastante quisquillosa. Así, un lugar que reúne varias de estas opciones son las librerías independientes. El mismo carácter de no ser estandarizado o masificado, permite aportar a cada título rasgos de originalidad, diseño y elaboración, que son valorados fácilmente por cualquier amante de los libros. Y como consejo final, siempre es importante preguntar y reunir información para dar un libro, entregar la factura y recordar que desde que no se regale La biblia del fuego eterno de los illuminati, todo es ganancia.

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¿Cuál es la cadena de valor del libro?

La industria editorial tiene la posibilidad de crear plataformas de divulgación de todo tipo de conocimiento. Un claro ejemplo son los periódicos y revistas que comparten opiniones y aproximaciones a temas de cualquier área de trabajo, investigación, debate etc., con el fin de aportar a las discusiones políticas o sociales del momento.

Hoy en día estas plataformas abandonaron en su mayoría el formato físico y pasaron al plano digital, todo gracias a la libertad de extensión y la posibilidad de incluir elementos multimedia, entre otras razones; al punto de que empresas pertenecientes a la industria decidieron optar por nutrir al medio con opiniones, información y conocimiento que veían que faltaba rescatar y compartir, tal es el caso de Filomena Edita.

En este blog nos hemos dado la libertad de divulgar información sobre literatura, diseño, edición, crítica, historia, etc., con el fin de compartir un montón de conocimiento e ideas que se manejan en el proceso de elaboración de cada libro, cada antología, y que muchas veces salen en discusiones entre diagramadores, autores, editores, correctores, diseñadores, etc. En otras palabras, extraer información que hace parte de la cadena de valor del libro y presentarla a todo tipo de público.

En esta ocasión, dedicaremos esta entrada a explicar la diferencia entre la cadena de suministro del libro y la cadena de valor de libro, ya que en la experiencia recogida entre autores, lectores, editores y diseñadores, se llegan a confundir, unir o repetir tareas de ambos procesos, sobre todo en el área independiente, cuando el ser multitasking se vuelve pan del cada día. Si bien suenan similares, ambas obedecen a fines distintos, por ejemplo, la primera se encarga de todos los procesos relacionados con llevar la primera versión del texto desde las manos del autor hasta las del lector final: Autor –> Editorial –> Distribuidora –> Librería –> Lector.

La segunda, por otro lado, se encarga de unir todos los procesos que aporten valor al producto editorial: Gestión de los derechos patrimoniales y morales –> Edición –> Preproducción –> Producción –> Promoción –> Comercialización –> Distribución. Para los servicios editoriales, o algún agente perteneciente a la industria, es necesario tener ambos procesos claros y diferenciados, ya que esto permitirá analizar la forma de trabajar, identificar los costos de producción, optimizar recursos y tiempos; como resultado final, se podrá fijar un precio de venta que cubra los costos y deje un margen de ganancia que garantice la supervivencia del proyecto.

Cuando no se tiene claridad sobre lo anterior, lo cual debe ser responsabilidad de quien dirija el proyecto o de quien se encargue de gestionarlo, se generan cuellos de botella, dobles procesos, gestión inadecuada de presupuestos y, finalmente, se hace inviable el proyecto si los problemas perduran en el tiempo. Tanto la cadena de suministro como la cadena de valor requieren de agentes distintos, de personas encargadas de tareas diferentes y encontrar personas que se encarguen solo de una tarea es bastante sencillo para una casa editorial de gran tamaño, gracias al músculo financiero que poseen.

Si hay suficiente dinero, se puede contratar a personas formadas y educadas para llevar a cabo cada tarea, pero en la realidad, en el mundo independiente, ¿cómo llevar a cabo ambos procesos? ¿Es incluso posible con recursos limitados? La respuesta es sí, lo único necesario es tener claridad desde arriba; si la cabeza no funciona, el resto del cuerpo tampoco lo hará.

En este orden de ideas, se debe aclarar que es fácil caer en confusiones, incluso entre personas con experiencia, pues se necesita de una idea global de cómo funcionan ambos procesos para no fallar en su ejecución. Por ejemplo, los diagramadores, diseñadores o ilustradores no tienen por qué saber del proceso de distribución o incluso del de gestión de comercialización, pero en el mundo real, un diseñador puede decidir abrir una editorial y empezar a publicar.

En un primer momento puede ser una idea llamativa, pero los retos llegan cuando se busca financiar el primer título y se opta por una beca, en este momento, el papeleo obliga al nuevo diseñador-editor a encargarse de gestionar los procesos de suministro y los procesos de creación de valor de forma clara y detallada en la aplicación, momento en que surgen las siguientes preguntas, ¿cómo gestionar los derechos de autor? ¿Cómo cotizar un servicio de distribución? ¿Cómo diseñar un plan de mercadeo del producto? Sin el conocimiento previo, parece un proceso kafkiano. Al respecto, en nuestro podcast A dos tintas, tenemos un episodio dedicado a cómo aplicar a becas sin fallar en el intento. Para no caer en el laberinto de confusión del ejemplo anterior, veamos de nuevo las diferencias entre ambos procesos y los agentes que las componen.

Cadena de valor del libro

Se encarga de recibir un primer eslabón, la materia prima (el manuscrito), al cual se le añaden otros eslabones que aportan un valor particular: corrección, ilustración, diagramación, etc. Se continúa con los eslabones de distribución, de venta en librería o sitio web, que siguen aportando valor, hasta que finalmente se obtiene un producto final con un valor agregado que el lector final percibe y por el cual está dispuesto a pagar un precio. Para que este proceso sea exitoso, el editor general deberá saber cuánto cuesta cada tarea, cuánto tiempo vale contratar a cada persona involucrada y así saber el valor final del libro. De ahí viene el nombre, es un proceso encadenado de acciones que en conjunto le dan un valor específico al libro.

Cadena de suministro del libro

Acá se tiene una mirada más global y enfocada en la gestión del proceso de entrega del producto, desde su momento inicial (manuscrito) hasta las manos del consumidor final (lector). En otras palabras, la cadena de suministro del libro explica cómo intervienen los agentes necesarios para llevar a cabo el proceso de venta de un libro: material (libros), servicios (almacenamiento, distribución, entrega), información (plan de mercadeo, segmentación de clientes).

Cada editorial funciona de manera distinta y escoge rutas de trabajo orientadas a la cantidad de presupuesto que tenga, el perfil de los trabajadores, fechas de publicación, eventos, número de tiraje establecido, entre otros. En esta medida, ambos procesos son modificables fácilmente y acá presentamos una definición estándar, pero no una guía. Ahora, con esto claro, es evidente cómo pueden surgir errores en cualquier momento si no hay una diferencia clara entre ambos desde el primer momento en que se decide llevar a cabo una publicación.

Ahora, retomando el ejemplo de comparar una editorial grande con una independiente, veamos cómo la forma de gestionar de cada tipo de editorial influye directamente en el precio de compra de un libro. En primer lugar, una editorial grande puede abaratar bastante sus costos, pues entre más produzca, más podrá vender, pero para hacer el proceso eficiente debe estandarizar modelos de libros que sean fáciles de corregir, de diagramar y de ilustrar; en conclusión, una editorial grande podrá llevar al máximo la eficiencia de sus procesos para ofrecer un libro a un precio cómodo, pero el resultado final serán libros similares, producidos en masa.

Como caso contrario, en una editorial independiente estas labores deben ser llevadas a cabo por un mismo grupo de personas, lo que representa una mayor cantidad de horas dedicadas a cada producto, que, en conclusión, darán un mayor valor a cada título. Esto trae como consecuencia que el precio no pueda ser tan bajo como los productos en masa, pero el valor agregado será mayor. ¿Qué hacer con esta información? Bueno, pues servirá para saber escoger al momento de ver algunos libros en oferta, si son de una editorial grande, seguramente buscarán venderlos porque ocupan mucho espacio en bodega, no porque sean el producto del momento; al contrario, si una editorial independiente tiene títulos en oferta, pues es un descuento de verdad sobre el valor final del libro, en el cual trabajó un equipo editorial con dedicación, en otras palabras: ¡cómprenlo!

Como conclusión final, el dar valor a un libro se da desde múltiples aristas y gracias a la intervención de personas que contribuyen con una parte importante de sus habilidades y tiempo para lograr un resultado único y diferente. Más allá de lo evidente, valorar un libro significa entender lo que hay detrás y lo que representa el sumar cada decisión que lleva a un documento de Word de 200 páginas a convertirse en un libro con portada a color, hojas impresas a dos tintas e ilustraciones de artistas emergentes. Para ver ejemplos de títulos como el descrito, los invitamos a revisar el catálogo de Filomena Edita.

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¿Cuál es la diferencia entre la editorial y el editorial?

Ir a una cita médica y que desde la recepción anuncien que “todas las citas están demoradas, siéntese en la sala y lo llamamos”, es de lo peor. En una de esas ocasiones decidí aceptarlo de buena gana y tomar conscientemente una de las revistas de la mesa de centro. Decidí leerla y no hojearla, como siempre, y me encontré con que había una temática en común en los tres artículos que leí, todos giraban alrededor de una discusión sobre si era bueno o no usar el componente comosellame en productos de cuidado capilar.

Decidí ir al inicio y buscar algo similar a un prólogo, a lo cual me encontré, fácilmente, con que había una sección llamada El editorial, donde el editor general explicaba el tema de reflexión del número y quiénes eran los autores invitados, las posturas desde las que se abordaría el tema, y, en general, una toma de posición al respecto del eje de la publicación. Tras leer este revelador y sencillo editorial decidí buscar en las otras revistas lo mismo y encontré, así fuera una publicación científica, de farándula o académica, que todas tenían en el editorial un pequeño abecé de cómo leer la revista.

Diferencia entre la editorial y el editorial

A partir de esa anécdota, entendí que el significado de la palabra editorial era doble y que, dependiendo del caso, era el nombre de una casa editorial o del texto inicial en el que se toma postura frente a un tema en una publicación seriada. Ya fuera del plano ficcional, en esta ocasión queremos invitarlos a ver las diferencias entre la y el editorial, y ver cómo el segundo abarca temas, posturas, posiciones diversas y cómo influye de forma determinante en el proceso de producción, edición y publicación de una revista.

En este sentido, ha de aclararse que toda publicación seriada tiene un editorial y si encuentran una que no, pues está incompleta, mocha (vale recordar que el editorial cumple una función homóloga a la de un prólogo en los libros, que es brindarle al lector una guía sobre cómo leer o comprender el contenido). Ahora, en un primer momento se puede pensar, ¿pero de verdad toda publicación tiene una editorial? ¿Las de farándula o de moda tienen una posición respecto a algo? Pues venga y le digo que sí, sobre todo estas revistas que independiente de lo relevante o no de su contenido, son de muy alta distribución, son fáciles de leer, entretienen y se mantienen en renovación, siempre cuentan “el último chisme” o tienen “el último grito de la moda”. En este orden de ideas, ¿dónde está el editorial? Pues bien, una editorial de moda puede dedicar su número a un diseñador, a una modelo, a una nueva colección de ropa, por ejemplo, y cada artículo, columna de opinión, ilustrador invitado y publicidad tendrán que ver con este tema central.

Por otro lado, hay revistas culturales, políticas o de debate, en las cuáles el editorial no solo presenta un tema, sino que define claramente “la toma de posición” respecto a este. En Colombia hay dos casos fáciles de recordar, el de la desaparecida Revista Arcadia, y el de El Malpensante. En estas, el editorial presenta la lectura que se hace frente a un tema, generalmente de relevancia social, política o artística, y explica cómo los autores lo abordarán y desde qué perspectivas. Por ejemplo, en Arcadia hubo editoriales que solo eran frases repetidas sobre la situación social en Colombia, entre las más conocidas está la edición con la frase “No más líderes asesinados”. Un lector que no haya tenido en cuenta este inicio, se encontrará con artículos que, si bien le pueden gustar, no valoraría completamente, pues ignora que hacen parte de una conversación temática reunida en la revista.

Pero a todas estas, ¿cuál sería la definición? Un editorial es un texto que da a conocer la opinión de un medio de comunicación sobre un tema en particular. En general, el tema es de importancia actual, coyuntural, e invita a los lectores a que se sumerjan en la lectura mediante una breve contextualización, presentación de algunos hechos y un resumen. El editorial siempre se encuentra al inicio, es de una extensión corta y puede ser firmado con el nombre del medio o del editor general. Pero, surge otro aspecto a aclarar, pues si bien un medio puede escoger un tema y cómo tratarlo, este hace parte de una casa editorial que plantea los lineamientos y formas de abordar los contenidos.

Esto no ocurre de la misma forma en el sector editorial independiente, pues su misma razón de ser surge de no ser parte de una casa matriz que ponga límite, por lo cual las revistas alternativas ofrecen mil y un formas de expresión.

Retomemos el ejemplo de un medio que pertenece a una editorial, esto puede jugar a favor o en contra de la publicación. Por ejemplo, un gigante editorial como Santillana, originario de España, tiene un repertorio de productos editoriales enfocados a la educación primaria y secundaria, por tanto, sus libros de texto, revistas, folletos, artículos de prensa, guías de clase y todo producto editorial deberá ir en favor de un mismo objetivo: educar. Esta dirección favorece tanto a los consumidores finales (los estudiantes), como a los clientes mayoristas (los colegios) ya que saben que el contenido estará escrito de forma didáctica, objetiva y comprensible y tendrá ejes temáticos definidos: lenguaje, matemáticas, sociales, ciencias, etc.

Pero  también estos productos van en consonancia con los lineamientos del Ministerio de Educación Nacional. El objetivo de un libro de texto, no solo los de Santillana vale aclarar, es buscar que el estudiante se motive, investigue, dude y reflexione sobre un tema y aprenda de ello. Frente a esta necesidad, la casa editorial establece unos parámetros metodológicos y temáticos que definirán la postura que toda publicación tenga.

Veamos un ejemplo contrario. En la política, independiente del país o de la corriente a defender, siempre se encontrarán medios de comunicación que están a favor o en contra de una ideología o líder político, y sus publicaciones darán cuenta de ello. La mayor diferencia es que al revisar una revista de este tipo, si desde la casa editorial se tiene afinidad frente a un movimiento político y rechazo por otro, las publicaciones lo evidencian. Más allá de generar debate, estas publicaciones buscan convencer a quien la lea desde una postura radical y unilateral, que solo su postura es la válida y que se debe rechazar lo que suene distinto a toda costa. Décadas atrás, durante la Guerra Fría, las publicaciones de EE. UU. y la URSS buscaban adoctrinar a su pueblo, presentarse como los salvadores y al otro como el enemigo.

Esto no ha de tomarse a la ligera, pues estas revistas y publicaciones de rápido consumo generaron ideas radicales, de división y polarización, que aún perviven hasta el día de hoy en la mente de aquellas generaciones.

Para recapitular, la editorial o casa editorial es una empresa que se encarga de publicar productos editoriales, bien sea libros, periódicos, revistas, antologías o lo que desee incluir en su catálogo. El editorial, por otro lado, es la toma de posición frente a un tema que aborda una revista o periódico. De esa diferencia surge todo el recorrido de esta ocasión.

Ahora, ¿qué hacer con esta información? Un ejercicio sencillo, pero no tan obvio, es buscar esta toma de posición en alguna revista a la mano, así mismo, se pueden localizar libros de una misma editorial y ubicar estas declaraciones. ¿En dónde?, pues en los detalles, en los prólogos en primer lugar y luego en los colofones o en los posfacios; pista, esto es algo que hace Filomena Edita en varios de sus libros, ¿se habían dado cuenta?

Finalmente, aprender a leer estas posturas no va más allá de abrir bien los ojos y encontrar a qué va todo lo que la revista está diciendo, a quién defiende o a quién crucifica una columna de opinión; si no es claro, se puede buscar las casas editoriales en Bogotá y ver a cual  pertenece y ver quiénes son los dueños, inversionistas, accionistas y ahí se revelará inmediatamente la toma de posición de todo lo que se lea.

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Diseño gráfico editorial: Guía para la realización de libros y revistas

En la Universidad, al enfrentarnos a una lectura compleja, evitamos a toda costa aburrirnos estudiando, si esto ocurre, nuestra mente empieza a jugar con la forma de las letras de las fotocopias y luego nos damos cuenta de que hemos pasado varias páginas mirando pero sin leer. Hacemos una pausa y retomamos la lectura. Cuando me pasaba, buscaba información en otros formatos, imágenes, pinturas, diapositivas, fotos, etc.

Lo que fuera con el fin de cambiar la forma de pensar de las letras a las imágenes; fue así como descubrí, sin querer, un libro donde la narración era por imágenes, el discurso era a color, en formas, con escenarios; cuando me di cuenta de que no estaba viendo un catálogo de obras de un artista, busqué en la página legal y vi el subtítulo “libro álbum”.

Esa mini epifanía me hizo caer en cuenta de que por más libros que haya leído, no se me había ocurrido pensar en un discurso gráfico, argumentativo y narrativo, a través de imágenes. Luego de eso, fui a una biblioteca y pregunté con seguridad, como si supiera del tema, dónde estaba el área de libro álbumes, me indicaron con naturalidad el número del pasillo y cuando llegué escogí cinco libros cuyo único diferenciador era su tamaño; había grandes, medianos y pequeños. Cuando los llevé a la mesa encontré narraciones históricas, de fantasía, de arte, incluso, propuestas experimentales de estudiantes de artes plásticas que “reformulaban el libro álbum” al solo poner hojas en blanco y negro y otras solo con un punto en la mitad. Bueno, era de esperarse.

La anterior anécdota es una forma de presentar las posibilidades de creación que ofrece el diseño en el mundo editorial. La parte gráfica pasó de complementar a ser parte vital de la industria editorial, al respecto, tenemos otra entrada de blog en la que hablamos a profundidad del tema, acá la pueden consultar ¿Qué es el diseño editorial y para qué sirve? 

Ahora, hagamos una rápida revisión de la importancia del diseño a través de la historia y de las distintas ramas del conocimiento que ha tocado, particularmente en Colombia.

Si nos remontamos a los verdaderos inicios de la imprenta en Colombia, veremos que la primera publicación de un periódico se hizo el 12 de julio de 1785 con el aviso del terremoto en el país, en la imprenta de Antonio Espinosa de los Monteros y escrito por Manuel del Socorro Rodríguez. A partir de entonces, la historia de la imprenta y del diseño gráfico tuvieron caminos paralelos, pero para saltar a los eventos cruciales en la historia del país, debemos ir casi un siglo adelante con la llegada de Rafael Urdaneta, caricaturista político e intelectual de la época, quien introdujo diseños editoriales locales en su periódico, el Papel Periódico Ilustrado (1881-1888). Antes de Urdaneta, se utilizaban modelos de impresión copiados del extranjero, bastante estáticos y poco editables, que fueron usados por la mayoría de periódicos de la época.

No obstante, vale aclarar que la profesión del diseñador gráfico no se había constituido para la época y los toques de originalidad de cada publicación obedecían a las decisiones del editor e impresor a cargo.

Con la influencia de las vanguardias artísticas del siglo XX, lo estético atravesó todas las ramas del conocimiento: arquitectura, diseño industrial, gráfico, editorial, artes plásticas, literatura, etc. En Colombia, estas influencias llegaron tardíamente, pero tomarían fuerza en las universidades del país, las cuales identificaron que debían formar profesionalmente a una nueva generación de editores y artistas. En las primeras décadas del siglo XX, la Escuela de Bellas Artes ofreció cursos de Arte Comercial y Propaganda, Decoración y Artes Decorativas, Carteles, Dibujo de Letras y Decoración, todas estas opciones de formación obedecían a las tendencias europeas, como la Bauhaus. Ya en los años 40s a 60s se ofrecía el curso de Artes Gráficas en universidades.

Posteriormente, en toda la segunda mitad del siglo XX se consolidó el camino de formación profesional del diseñador gráfico como tal, gracias al conocimiento proveniente desde el extranjero, por personajes que ahora son referentes de la disciplina en Colombia: Sergio Trujillo Magnenat, Dicken Castro, David Consuegra y María Granados.

Retomemos nuestro rumbo, pongamos la lupa en la cadena de valor del libro para entender en qué momento se juntan ambas ramas. El diseño gráfico ya ha demostrado poseer una herramienta de síntesis entre lo gráfico, lo textual y lo social, pues responde a su medio y está en función de unir estos aspectos de forma estética, coherente y armónica en una propuesta visual.

Así mismo, el mundo editorial es el medio por el cual estos diseños se pueden difundir rápidamente y han catapultado, recíprocamente, la unión de un mensaje común. Para entender esta unión más a profundidad, vale la pena invitarlos a que lean los siguientes artículos en los que reflexionamos al respecto.

Ahora, para hablar desde la experiencia, le daremos la voz a Lorena Calderón, diseñadora gráfica jefe de Filomena Edita, quien desde su experiencia nos iluminará acerca de su labor a través de algunas preguntas.

¿Cuál es la diferencia en tu proceso creativo, a la hora de elaborar un concepto gráfico editorial para una revista y para un libro?

En sí, el proceso creativo es el mismo, pero varían los parámetros de diseño. Por ejemplo, si es una revista, habrán diferentes ejemplares que deben tener una continuidad gráfica, a través del diseño o la paleta de colores, y el contenido lo deberá reflejar. Por otro lado, si es un libro que hace parte de una colección, también se ha de procurar una continuidad gráfica; esto puede hacer “más sencilla la labor”, pues también se ajustan los parámetros a la serie, y si es el caso contrario, en que el libro no pertenece a ninguna, se le da un carácter único y original.

¿Cuál ha sido la propuesta gráfica que más has disfrutado hacer?

Todas, la verdad. Siento que cuando hago una propuesta supero a la anterior y me da mucha satisfacción. Por ejemplo, en La Risa de García, fue bastante entretenido hacerla porque la portada, por ejemplo, tiene muchas partes gráficas incluidas (la portada de este libro tiene un fondo verde que asemeja la flora de la región selvática colombiana y contrasta con un título grande en letras doradas) La dirección de arte es mía pero el lettering lo hizo otra persona, Jenn Arregoces, ambas propuestas se integraron con el diseño en la portada y se hicieron bastantes guiños a los contenidos. En el interior, por ejemplo, como no había manera de identificar los capítulos porque no tenían número, escogimos íconos que aludían al tema.

Otra propuesta enriquecedora la hice cuando trabajaba en La silueta. Fue un libro catálogo de una exposición de Emory Douglas y las panteras negras. Al interior del libro, por ejemplo, el contenido se presentaba como los periódicos de la época, lo que nos permitió usar diferentes tipografías, incluso, los folios eran distintos entre sí. Toda la inspiración gráfica surgió de los periódicos de la época pero se adaptó al formato de un libro catálogo.

¿Cuál ha sido la propuesta gráfica más retadora que has tenido que hacer?

Fue para un proyecto para una caja de compensación en Colombia; fue chévere, ya que era un libro que reunía los ganadores de un concurso de cuento, entonces, en el mismo título había libro álbum, cuentos escritos por niños, microrrelatos y, en general, escritos de personas de diferentes edades. Por tanto, la propuesta gráfica debía expresar los distintos intereses de cada tema y, a la vez, ser atractivo tanto para niños como para adultos. El reto se resolvió a través de una propuesta gráfica con ilustraciones y una paleta de colores que unificaba las partes, lo que hizo que se entendiera como un solo libro consolidado. Aquí pueden ver el >resultado del libro.

¿Crees que es posible establecer una guía de elaboración de un concepto gráfico teniendo en cuenta que es un proceso altamente creativo?

Sí lo creo. El proceso creativo es personal y cada diseñador decide cómo aborda el proyecto y cómo lo resuelve. Sin embargo, hay cosas que uno siempre se podría preguntar, para así tener un plan de trabajo que cubra todos los puntos importantes para trabajar en un proyecto. Estos puntos obedecen a las preguntas de ¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? y ¿Por qué?

El ¿Qué?, sería definir qué es lo que voy hacer, saber cuál es el encargo, si es un libro o revista, y saber si es digital o impreso. Cada formato tiene formas de trabajar distintas, lo cual me lleva al ¿Cómo?, que sería la parte productiva. Si es un impreso debo saber en qué papel se imprimirá, el tamaño del papel, si va a un color o a dos tintas, etcétera. Luego, surge el ¿Quién? Es decir, saber qué tipo de público consumirá el libro. Por ejemplo, si es para niños, entonces se  ha de usar un tipo de letra llamativa y fácil de leer; en cambio, si es para adultos, es muy importante que el tamaño de la fuente no sea tan pequeño, que se lea rápido y fácil. Además, si es en formato digital, surge otra pregunta, ¿en qué dispositivo se va a leer, un computador, un teléfono, una Kindle? ¿Se usará una maquetación fluida o fija? Cada una requiere un proceso de elaboración distinta que debe estar orientado al formato final. Luego, se llega al ¿Cuándo? Que es determinar las etapas de realización para saber qué hay qué hacer y cuándo, en otras palabras, se establece un cronograma de entregas, que va de la mano con el ¿Dónde? Que es el canal de entrega. Por último, todo lo anterior gira alrededor del ¿Por qué? De dónde salió el encargo, cuál es la razón de que haya surgido el proyecto editorial como tal.

Después de este paso a paso, Lorena termina su reflexión, da una última conclusión sobre el proceso y apunta a que: “todo está enlazado con el contenido. Por ejemplo, cuando inicio un nuevo proyecto me voy a investigar cosas que gráficamente están relacionadas con el tema, para así identificar insights. Independiente del proyecto, siempre debe haber una etapa de investigación, sobre la cual se puedan tener aspectos a tener en cuenta y así concluir con un concepto gráfico que se vaya nutriendo no solo de conceptos, sino también de guiños gráficos”.

Tras este recorrido, es posible tener un amplio panorama sobre el Diseño Gráfico Editorial, que permite ver los campos que toca no solo en la producción de libros, si no también en todo a su alrededor. Así mismo, ya desde la experiencia, Lorena nos ha permitido descubrir los requerimientos que surgen en la práctica y cual  es una posible ruta para que cada diseñador se mueva entre la creación y la metodología y así concretar cada propuesta editorial.

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¿Cuál es el paso a paso para encontrar a alguien que me corrija un texto?

Ctrl+G: guardar, Alt+F4: cerrar. Fin. Por fin. Con estos dos comandos Andrés, un autor cualquiera (quien incluso podría ser ud., lector) acaba de terminar la última revisión de su libro, proyecto personal al que le dedicó el tiempo que quería y que, la verdad, no sufrió tanto al hacerlo; porque era eso, un proyecto personal y no uno académico en el que debía cumplir deadlines, formatos y calificaciones. Ahora sabe que debe buscar alguien que lo corrija, que vea todo lo que él no ve. Andrés sabe que tiene dos caminos: uno es solicitar la revisión de su libro a una editorial consolidada y esperar semanas a que su propuesta sea valorada (ni siquiera aceptada); o dos, optar por la el sector independiente donde encontrará un amplio perfil de correctores, podrá presentar su proyecto a profundidad, podrá establecer plazos de entrega a la conveniencia de ambas partes y, en general, tendrá un servicio más personalizado.

Paso a paso para encontrar a correctores independientes

En cada ciudad habrá mayor o menor cantidad de eventos destinados al fomento de la lectura, edición, y acceso a la lectura, y que reúnen a quienes componen esta labor: colectivos de promoción de lectura, editoriales independientes, colectivos de editoriales, etc. No obstante, aunque antes de la pandemia por Covid 19 estos eran un lugar importante para encontrar correctores, hoy en día estos eventos migraron a internet, sin embargo, dejamos un listado de los eventos más importantes que se celebraban en Bogotá: La Feria Internacional del Libro de Bogotá FILBO, la Feria del Libro Usado y de Editoriales Independientes, el Festival del Libro para Niños y Jóvenes, Noviembre Independiente, entre otros.

La anécdota de Andrés muestra el panorama al que se enfrentan cientos de escritores a diario, cuando deben asumir la tarea de encontrar quién corrija su texto, la  cual debe ser entregada a manos de un profesional que haga del texto un producto publicable. En Colombia, cuando se empieza a indagar y a buscar, la oferta de correctores se vuelve amplia y difícil de segmentar, pues desde hace unos 15 años el sector independiente ha tomado fuerza y se ha consolidado como una opción de edición para autores de todo tipo. Pero esta no es  una tendencia solo en nuestro país; por ejemplo, la oferta de correctores es bastante amplia en la región hispanohablante pues cada país tiene dialectos, coloquialismos, sentidos retóricos e irónicos que se deben entender en una obra de ficción; otro ejemplo lo encontramos en el mundo académico, allí se debe entender el contexto de la publicación, la metodología y la disciplina que se escogió, la cual varía según la universidad, el equipo, el fin del proyecto, etc.

Un consejo es empezar a delimitar de lo más grande a lo pequeño, para lograr simplificar el camino a seguir. En este orden de ideas, el primer paso es identificar el tipo de contenido en el que se enmarca mi texto y así, escoger la oferta de editoriales y correctores especializados en este. Si bien pueden existir correctores con experiencia en textos de ficción, académicos y científicos, es preferible identificar un perfil que se haya especializado en una serie de temas relacionados entre sí y que le permitan tener una aproximación completa, variada pero coherente, al momento de corregir.

El siguiente paso es identificar las variables de tiempo, lugar y contexto en el que se divulgará el libro; por ejemplo, si es en España, Centroamérica o Sudamérica, la labor de corrección será distinta, pues cada región tiene formas de expresarse particulares, relacionadas con las condiciones sociales e históricas que lo condicionan, que deberán ser interpretadas y tenidas en cuenta por el corrector. Hasta este momento, hemos pasado de un nivel general a uno particular, casi que se puede tener una lista de chequeo de requerimientos que debe cumplir el corrector, con esto en mano, el siguiente paso es buscar, presentar y cotizar. Pero, ¿cómo se hace esto?

Para responder a la anterior cuestión, se debe dedicar tiempo. En internet existe una amplia oferta de correctores que se pueden filtrar según mis requerimientos, al respecto, los invitamos a revisar el artículo de “¿Cómo encontrar un editor para mi libro?” que ofrece información complementaria a este proceso. En un primer momento se puede pensar que el corrector será una persona próxima a mí como escritor, es decir, que vive en mi misma ciudad o país, que habla mí mismo idioma; pero, si no hay ferias o eventos culturales en mi región, internet ofrece opciones de contacto. Puntualmente, internet elimina un sin fin de barreras que me pueden llevar a encontrar a un corrector que se encuentra en otra parte del mundo.

Pero, antes de seleccionar los perfiles más llamativos, contactarlos, presentar el tipo de texto a corregir e iniciar el proceso de negociación de presupuesto vale la pena aclarar qué variables determinan el costo de una corrección. Ya adelantamos que es necesario identificar el tema a tratar, ya que es pertinente contactar a una persona familiarizada con este. En segundo lugar, la complejidad del mismo es determinante, ya que no será lo mismo corregir una tesis de grado que un pre proyecto de tesis, un libro de investigación, un libro de cuentos, memorias de un congreso o un artículo de opinión. En tercer lugar, está el tipo de corrección, pues existe la corrección de estilo y la revisión ortotipográfica, al respecto, tenemos un artículo donde explicamos su diferencia a profundidad.

En cuarto lugar, está la cantidad de lecturas a realizar, pues dentro del proceso editorial es recomendable hacer más de una revisión, lo que determinará la cantidad de tiempo demandando al corrector; no obstante, no se cobra por el tiempo invertido sino por el total del material revisado, el cual se mide por cuartillas. En quinto y último lugar, están los demás requerimientos formales, ya que, por ejemplo, en un entorno académico se solicitan formatos de presentación y citación (APA, Vancouver, MLA, Chicago e IEEE), y al interior de una editorial, también se siguen formatos de presentación.

Además de lo dicho, se pueden presentar casos excepcionales que requieran de perfiles particulares, por ejemplo, si soy escritor nativo en otro idioma y yo mismo traduje un texto, requiero de un corrector con perfil de traductor; por otro lado, si mi labor fue rescatar y actualizar el uso del español de un libro escrito en 1700 al presente, requeriré de un corrector con perfil de filólogo; por último, y atado al presente, el adaptar textos educativos a entornos digitales no es tan fácil como copiar y pegar, sino que requiere llevar el contenido a un lenguaje que tenga en cuenta las plataformas de educación, el tiempo de lectura frente a la pantalla, etc.

Una vez se han considerado todas las variables y se tiene a la mano la oferta de profesionales dispuestos a trabajar el texto, se deben aclarar, ya sea por escrito o verbalmente, los términos, alcances y condiciones para empezar con el trabajo. Por lo general, se discuten los plazos de tiempo y el costo total (recordemos que variables como la extensión, el tema y aspectos formales a adecuar, como sistemas de referenciación ,tienen alta injerencia).

No obstante, conviene poner sobre la mesa otros temas que, aunque importantes, suelen quedar por fuera del radar. Uno de estos es el nivel de intervención al texto; recordemos que en ningún caso una corrección de estilo se trata de una reescritura o reelaboración de ideas del autor (en ese caso hablamos más bien de una asesoría en la escritura o acompañamiento de parte de un editor especializado). Un corrector podrá hacer sugerencias sobre cómo el autor puede mejorar la redacción de apartados concretos, pero no se trata  de “hacerle la tarea” (menos aún en contextos académicos donde malas prácticas éticas son sancionadas duramente).

Un último aspecto a negociar es la forma y momentos para realizar el pago; muchos profesionales de la corrección prefieren pedir un adelanto del 50% para iniciar el trabajo y el pago del saldo restante una vez se entrega el material al cliente.

Finalmente, Filomena Edita ha llevado a cabo publicaciones de diversos temas, como creación, investigación académica, ficción, entre otros, que le permite ofrecer un servicio de corrección de estilo profesional de alto nivel.

Los invitamos a revisar qué son los servicios editoriales en el siguiente artículo.

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Corrección de estilo y ortotipográfica: diferencias

En Bogotá, los semáforos de cada localidad cuentan una historia distinta. Si no hay malabaristas, está el que promociona el nuevo Mata tiempo, con sopa de letras y hasta más, o sino, el último “gadget” para el carro; en el mejor de los casos, hay vendedores de libros. En una ocasión, llevado por el afán intrínseco de vivir en la ciudad, paré de mala gana en un semáforo y vi escondido, entre las copias del best seller del momento, un libro que justo iba a comprar dos calles más adelante en una librería de nombre inglés. Pregunté y me pareció oír mal, era una tercera parte de lo que iba a gastar, entonces, sin pensarlo, levanté el libro, saqué uno de los tres billetes destinados para tal fin, pagué y me fui a casa, quería disfrutar de mi hallazgo callejero.

Vaya sorpresa, no pasaron dos páginas del contenido cuando encontré un error de digitación, se había ido una mayÚscula donde no era. Seguí la lectura e identifiqué otra. Seguí de nuevo y me perdí en un diálogo al no encontrar el signo de interrogación inicial en una frase. Dije, “¿Quién carajos corrigió esto?” Miré el título del libro, el nombre del autor, la editorial, y no, no era posible que un error así se les haya pasado, ¿cómo iba a desconfiar de esa editorial y de ese autor? Bueno, la respuesta era obvia, estaba leyendo una copia que nadie había revisado, solo copiado, impreso y vendido lo más barato posible.

A pesar de haber copiado el material de un libro original, el proceso se hace a las carreras para competir con la distribución de “el original” y en ese corre corre se generan los errores. Posteriormente los van corrigiendo, pero lo que yo tenía era una primera versión pirata que lejos de ser una AAA, era por ahí de la B. En fin, para evitar tales errores, toda publicación debe tener un proceso de corrección de estilo y ortotipográfica, pero, ¿qué es?, ¿quién la hace?, ¿para qué sirve? Y más importante, ¿cómo se diferencian?

Diferencias entre corrección de estilo y ortotipográfica 

Volvamos a la realidad, si toman un libro y buscan en la página legal, verán la información completa del equipo de trabajo: autor, editor, corrector, impresor, etc. Todos ellos son responsables de una parte del proceso de edición y de que, en conjunto, se presente un producto lo más perfecto posible. Ahora, independiente del tipo de publicación y tema, es obligatorio realizar varias lecturas con intervenciones al texto cuyo fin es el unificar el estilo de escritura, que se corrijan errores gramaticales, que se corrobore el buen uso de signos de ortografía, uso de tildes y formatos de citación, entre otros aspectos. De esta necesidad de revisión surgen dos tipos de correcciones, de estilo y ortotipográfica, ambas encargadas de aspectos diferentes pero complementarios, y que son imprescindibles de llevar a cabo.

Una corrección de estilo, que puede incluir la ortotipográfica, va mucho más a profundidad y se encarga de unificar y enriquecer un estilo de escritura, el cual ya depende del destino o uso del texto y requiere un nivel de interpretación y análisis mayor por parte del corrector.

En primer lugar, contrario a la intuición popular, una corrección de un texto no se mide por páginas escritas en Word, pues estas pueden variar en el tamaño de letra, interlineado, espaciado, etc., lo que ocasiona imprecisiones a la hora de medir la extensión real del documento. Para estandarizar los servicios de revisión textual se acude a la cuartilla, la cual es la unidad de medida que permite saber la extensión real de un trabajo y que puede tener una extensión de entre 1500 a 1800 caracteres con espacios (que es definida según el criterio de la editorial). Esta es el resultado de la división del total de caracteres con espacios de un documento entre la extensión que se define para la cuartilla. En este sentido, un corrector no medirá ni cobrará por su trabajo en páginas, sino por la cantidad de cuartillas existentes en el documento.

El siguiente paso es escoger el tipo de revisión, en este punto, definamos cada una. Una corrección ortotipográfica consiste en corregir errores en el uso de signos ortográficos y de puntuación, aplicación de recursos tipográficos como comillas, negrillas, versalitas, cursivas, entre otras; así como la correcta adecuación de elementos gráficos.

Esta revisión es primordial para homogeneizar elementos visuales que, al momento de la lectura en Colombia, pueden entorpecer o hacer de la experiencia algo más enriquecedor, o al menos más amable. Pero, para realizar este tipo de lectura se requiere de experiencia y de un ojo entrenado que sea capaz de identificar dobles espacios o caracteres fuera de lugar. Además, si bien esta revisión se puede hacer en gran medida en una primera lectura del documento en Word, conviene que sea completada con archivos diagramados en PDF.

Pues es en ese momento cuando se puede hacer el cotejo para estar seguro de que estas correcciones se aplicaron adecuadamente o, de lo contrario, para señalar posibles errores de diseño y diagramación.

Por otro lado, una corrección de estilo, que puede incluir la ortotipográfica, va mucho más a profundidad y se encarga de unificar y enriquecer un estilo de escritura, el cual ya depende del destino o uso del texto y requiere un nivel de interpretación y análisis mayor por parte del corrector. Esta corrección busca eliminar imprecisiones, generar coherencia sintáctica en el uso de tiempos verbales, régimen preposicional, concordancia, etc., además de ajustar el texto a las normas de uso del lenguaje de la academia de la lengua en cuestión, en nuestro caso, a las normas de la Real Academia de la Lengua Española. Por último, aunque no menos importante, se busca que el estilo de escritura del autor sea genuino y esté acorde al público al que va dirigido.

Como vemos, en conjunto estas correcciones son pasos imprescindibles para cualquier tipo de publicación; sin embargo, el nivel de intervención que se hará al texto dependerán del contexto en que circule el producto final. Veamos esto en particular, si se es estudiante universitario y se presenta un ensayo final de una materia, el principal responsable de ambas correcciones será el mismo alumno; ahora, si se va a entregar una tesis de pregrado o posgrado, es necesaria la revisión de una persona externa que haga una segunda revisión (vale aclarar que nos referimos a una “segunda revisión” pues es un segundo lector, no obstante, entre más lecturas se hagan del documento, más errores se enmendarán).

Otro caso es si se va a publicar un artículo de investigación o un paper, ambas revisiones ya son obligatorias y, de hecho, se vuelven un requisito para el medio que las publique. Finalmente, un libro (que no es pirateado ni vendido en algún semáforo) siempre tendrá ambas revisiones, responsabilidad que recae en la editorial y en el equipo se contrate para esta labor. En la mayoría de casos, estas empresas cuentan con personal especializada en temas, pues se requiere una formación distinta para corregir textos de nanopartículas contaminantes del medio ambiente que para estudios de mindfulness organizacional.

Como consideraciones finales, no hay que obviar el hecho de que este es un servicio editorial que tiene un costo en proporción a la extensión del documento y, según la complejidad del texto, nivel de formación, plazos de entrega y cantidad de lecturas a realizar, el costo puede aumentar. Al respecto, no es imposible que un autor experimentado en el tema haga tal labor, pero se le podrán ir errores que un segundo o tercer lector puede detectar fácilmente.

Ya como conclusión, si se establece una relación de costo-beneficio entre hacer o no estas revisiones vale recalcar que ante los ojos de un lector con poca paciencia un error es aceptable, pero la presencia sistemática de errores pondrá en duda la calidad, profesionalidad y reputación no solo del autor, sino de todos quienes hayan intervenido en el proceso de publicación. Por ello, siempre es recomendable optar por cumplir estándares profesionales al momento de publicar.

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¿Qué es la diagramación editorial y cuál es su importancia?

Abrir un libro es un acto sencillo, lo hacemos cientos de veces a lo largo de la vida. Abrimos un libro o una revista para mirar el interior, ver si hay ilustraciones o fotos que acompañan el texto y luego lo cerramos sin más; o, si algo nos cautiva, nos sentamos y nos quedamos horas leyendo. En esos instantes tenemos en nuestras manos un objeto que tiene como función principal el comunicar, y lo hace con todas sus partes: la portada, el tipo de papel, la tipografía del título, los colores, además de otras, giran alrededor del acto de transmitir información de la forma más clara y efectiva posible. Como lectores, pasamos por alto muchos detalles que, en suma, nos transmiten un mensaje. Entre estos elementos hoy rescatamos el concepto de la diagramación; explicaremos su función dentro de la cadena producción editorial y el porqué de su importancia dentro de esta.

¿Qué es la diagramación editorial?

De nuevo, al abrir un libro, nuestras manos lo reciben naturalmente, tiene un tamaño que permite sostenerlo sin problema y así mismo, sin pensarlo, ponemos nuestros pulgares en el borde de ambas hojas, justo en un espacio en blanco que deja una margen entre los dedos y el texto, ¿lo habían notado? O, por otro lado, ¿ven que las letras de un libro de ficción, como una novela, tienen pequeñas líneas en el borde de cada letra, pero al leer un artículo periodístico en un portal web, por ejemplo, las letras son más simples y sin ningún tipo de adorno? Esto obedece a unas decisiones editoriales que tienen como fin facilitar la lectura. En el primer caso, el margen sirve para poder leer sin interrupción, pues qué incómodo sería correr los dedos para leer un renglón completo. Para el segundo caso se trata de familias tipográficas, siendo la primera la llamada serifada, cuyos los bordes hacen que el ojo capte mejor las palabras en conjunto y haga mucho más ágil la lectura, un ejemplo de esta es la Times New Roman; al contrario de otras más sencillas, como la Calibri, que no tiene estos adornos. Independiente de si es formato físico o digital y del tipo de contenido, el objetivo siempre es el mismo: presentar un lenguaje escrito que se debe leer de la forma más transparente posible y sin ningún tipo de interrupciones.

Al abrir un libro, nuestras manos lo reciben naturalmente, tiene un tamaño que permite sostenerlo sin problema y así mismo, sin pensarlo, ponemos nuestros pulgares en el borde de ambas hojas, justo en un espacio en blanco que deja una margen entre los dedos y el texto, ¿lo habían notado?

¿Cuál es la importancia del Diagramación?

Dentro del mundo editorial, estas decisiones competen al área de diagramación, que tiene la tarea de permitir que texto e imagen transmitan, en armonía un mensaje; la labor del diagramador es encontrar el mejor balance entre espacio, tamaño del texto, imágenes e intención de la publicación. Finalmente, en algunas ocasiones el diagramador es el mismo diseñador, por lo cual tiene un campo de trabajo amplio donde puede experimentar libremente, pero, en otras ocasiones, llega a sus manos una maqueta editorial con parámetros de diseño a los que debe adaptar su labor.

Veamos unos ejemplos: un libro con una diagramación tradicional, por ejemplo, para una reproducción antigua de un clásico de la literatura universal, tendrá una caja de texto amplia, un tipo de letra como las de la familia tipográfica romana. Por otro lado, un libro infantil optará por dar más protagonismo a las ilustraciones e imágenes y el texto no siempre estará en el mismo lugar, se pondrá en los espacios al margen que deje la parte gráfica. De ahí en adelante, se desprenden todo tipo de formatos en los que se experimenta editorialmente según el mensaje y el diagramador cumplirá el papel de crear el mejor balance entre lo gráfico y textual según la pauta de diseño del caso.

Ahora, para llegar a un nivel técnico, un profesional no hablará de “tamaño grande o pequeño” al referirse al tamaño de la fuente o tampoco dirá “la parte donde va el texto dentro de la hoja” al hablar de la mancha tipográfica, para esto existe una serie de conceptos editoriales que dan precisión al lenguaje. Ya introdujimos dos y al continuar nos encontraremos con otros como:

  • Las familias tipográficas: tipos de letra que comparten un mismo diseño original a partir del cual se crean nuevas familias tras pequeñas variaciones.
  • Los caracteres por línea: sumatoria de letras, espacios y signos ortográficos en un renglón.
  • El interlineado: el espacio entre dos líneas.
  • Los tipos de orientación del texto: el más común es el justificado, pues se ajusta automáticamente el espacio entre palabras para completar el espacio del renglón, o el tipo bandera, en el cual se orienta hacia un margen y el otro tiene un borde que ondea

En este orden de ideas, al momento de editar un libro la diagramación puede garantizar u obstaculizar el canal de transferencia del mensaje. Si bien existen libros que son armónicos, bellos y fáciles de leer, también ocurre lo contrario. Por ejemplo, todos nos hemos topado con publicaciones donde el tamaño de la letra es mínimo, es decir, no tiene un tipo de fuente adecuada para el tiempo de lectura que se dedica, y las imágenes se encuentran en mala calidad u ocupan un espacio menor en la hoja, esto, agota al lector independiente de cual sea el contenido. Para evitar esto, se elaboran un par de propuestas de diagramado antes de intervenir la obra por completo, puede ser un capítulo, la introducción del libro o un fragmento del texto que se trabaja y se le entrega al editor general y al diseñador. Este último recogerá los intereses del autor, el perfil del público objetivo y los matices de presupuesto, tipo de papel, etc., para así hacer una propuesta a la cual el editor dará el visto bueno final.

Al momento de editar un libro la diagramación puede garantizar u obstaculizar el canal de transferencia del mensaje.

¿Cómo se hace una diagramación editorial?

Ahora, el proceso de entrega no es tan sencillo como enviar un documento en Word y ya, para esto se requiere ordenar documentos según el tipo de contenido y la sección del producto editorial en que vayan (vale aclarar que lo siguiente es un modelo, sin embargo, cada editor lo adaptará según lo requiera el producto, el equipo de trabajo o el contexto). En primer lugar, se puede dividir el material en tres partes (los preliminares, el cuerpo del texto y los finales); en el primero, irá la información de la portada, página legal, dedicatorias y el prólogo; en la segunda, irá el contenido como tal dividido en capítulos, cartas o las secciones pertinentes; en la última, irán las referencias, anexos y colofón. Así mismo, al interior de cada carpeta, los documentos de texto si bien pueden ir en Word, tendrán marcas que le indiquen al diagramador las variaciones en el tamaño de la fuente, jerarquías en los títulos, cambios de familias tipográficas y demás indicaciones. Esto hará más ágil el trabajo y permitirá gestionar adecuadamente el avance en cada una de las secciones. Como resultado, al entregar avances de cada sección, el editor irá dando el visto bueno de cada una hasta llegar aprobar una versión final del producto, es decir, lista para impresión.

Una vez se confirma que en la imprenta tienen el archivo en su versión final, se hacen unas primeras pruebas de impresión que el editor y el corrector de pruebas, valga la redundancia, corregirán y aprobarán. Con este último paso se cierra el proceso y se imprime.

Para finalizar, la labor del diagramador es transversal a cualquier tipo de publicación, en sus manos está el buscar, escoger y proponer el mejor tipo de canal para comunicar un mensaje. La presencia de un diagramador es obligatoria y junto al diseñador, darán el carácter de originalidad o recordación de un libro. Para finalizar, los invitamos a buscar una edición de La historia interminable de Michael Ende y léanlo, pero ahora, más allá del contenido, lean o interpreten las decisiones de diagramación que llevaron a que este libro se volviera un clásico y un referente tanto en la literatura como en el mundo editorial.

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¿Cómo diseñar y maquetar un libro?

¿Alguna vez se les ha roto un libro? No es algo usual, así que les diré cómo me sucedió. No lo rompí a la fuerza, al contrario, fue algo que pasó lentamente sin que me diera cuenta; dejé al fondo de mi mochila un libro y en un día de lluvia: todo se mojó. Cuando rescaté el libro este se deshojó, se abrió y dejó al descubierto las costuras que unían los folios de papel, el lomo se desprendió y me mostró unos restos de pegamento que se caían al solo tocarlos. En un momento, la mesa de mi escritorio parecía una sala de disección, en un lado estaban los folios, en el otro la contraportada y el lomo y, en la mitad, la portada. La escena era inusual, pero me mostró lo que era el libro, su esqueleto, por decirlo así; hoy, no los invito a que destruyan su libro para ver el andamiaje que lo sostiene, sino que veamos una de las partes que sostiene conceptualmente a cualquier tipo de producto editorial, el diseño y la maquetación.

En un momento, la mesa de mi escritorio parecía una sala de disección, en un lado estaban los folios, en el otro la contraportada y el lomo

¿Cuáles elementos componen una maquetación?

Para armar un libro se sigue una cadena de producción, en este caso, la cadena de valor del libro: esta se compone por los aportes que hacen el autor, el editor, el diseñador, el impresor, el distribuidor, etc., hasta llegar al lector. En este proceso el manuscrito original pasa de ser un montón de hojas con texto a tener una personalidad, unos rasgos de originalidad que lo distingan de los demás, en otras palabras, se le brinda un diseño editorial bajo el cual se piensan el resto de sus partes: el tipo de fuente, papel de las hojas internas, papel de la portada, si es a blanco y negro o a color, qué técnicas de impresión tendrán las imágenes, entre otras características. En conjunto, el diseño editorial tiene la tarea de dar forma y unidad al contenido mediante unos criterios estéticos y funcionales.

Otro objetivo del diseño editorial es que genere recordación, que no sea fácil confundirlos u olvidarlos. Por ejemplo, ¿se acordarían más de un libro cuya portada sea a blanco y negro y las hojas internas, iguales, o uno en que las letras del título sean grandes, impresas en color dorado que refleje la luz, y las páginas internas tengan un color naranja claro y las letras un azul oscuro? La respuesta es fácil, el cerebro recordará más el segundo contraste de colores que el primero y todo obedece a un diseño editorial que trabaja en función de ello.

El diseño editorial surge de saber identificar el mensaje textual y lograr adaptarlo a un lenguaje gráfico, es ahí donde aparece el diseñador gráfico.

Ahora, quien esté detrás de tal labor debe saber hacer dos tipos de lectura: una de contenido y una de forma. El diseño editorial surge de saber identificar el mensaje textual y lograr adaptarlo a un lenguaje gráfico, es ahí donde aparece el diseñador gráfico. Este hará una propuesta gráfica de la portada, contraportada y algún fragmento del libro, unos capítulos, por ejemplo, donde muestre todas las características de su diseño: fuente de títulos, cursivas, subrayados, MAYÚSCULAS, números, citas, notas al pie, apertura de capítulo, cierre del mismo, tablas y listados (si es el caso), entre otros. Este documento debe ser aprobado por el editor general que, tras dar su visto bueno, lo dará al diagramador quién ya trabajará sobre la totalidad del documento. Vale aclarar que en muchas ocasiones, el diseñador es el mismo diagramador; su labor va de la mano y dependiendo del tamaño de la editorial, es una labor hecha por una misma persona.

¿Qué es la maquetación de un libro?

En este orden de ideas, llegamos a la maquetación. Pero, ¿qué es? Es elaborar el esqueleto del diseño que se aplica a todo el contenido, desde la primera inicial en mayúscula del título del libro, hasta el último punto final en el resumen de la contraportada. Existen varios programas de edición, incluso páginas web con diseños preestablecidos donde se pueden elaborar publicaciones sencillas. Sin embargo, a nivel profesional, el programa más común para trabajar es Adobe InDesign, veamos tres razones de su popularidad: primero, permite establecer comandos a la hora de diagramar, lo cual hace más rápida la tarea; segundo, tiene la función de páginas maestras, que permite replicar un mismo diseño a otras páginas de forma automática; y tercero, para publicaciones digitales, permite incluir textos y botones interactivos, entre muchas otras razones. En general, es un programa muy completo que ofrece todas las herramientas necesarias para la labor.  Ahora, retomemos, independiente del programa de edición, lo que se hace es establecer la configuración de todos los componentes del diseño editorial, el cual quedará listo para recibir el contenido como tal, como en la siguiente imagen.

como diseñar y maquetar un libro

Así pues, si se saca una serie de libros para una misma colección, como ocurre en Filomena Edita con las antologías ilustradas del Museo de Cuadros de Costumbres, se utiliza la misma maqueta pero se diagrama según el contenido de cada publicación. Igualmente, la maqueta es susceptible de modificación, pues cada volumen de una serie debe tener rasgos que lo diferencien más allá del subtítulo de tomo I, tomo II, etc.

Las maquetas se utilizan para todo tipo de publicación y se orientan según el ritmo de trabajo. Por ejemplo, un medio de comunicación masivo tiene una maqueta para las columnas de opinión, otra para los temas económicos, otra para la parte de anuncios y así respectivamente. Según la cantidad de contenido de cada edición, se ajustarán las columnas, títulos y demás elementos en el espacio disponible en cada página; de esta manera, no es necesario rediseñar cada publicación, sino que se trabaja sobre la maqueta y voilà, a impresión.

Según la cantidad de contenido de cada edición, se ajustarán las columnas, títulos y demás elementos en el espacio disponible en cada página; de esta manera, no es necesario rediseñar cada publicación, sino que se trabaja sobre la maqueta

Este recorrido al interior del libro tiene la finalidad de diseccionar, tal cual como ocurrió con mi libro empapado y desecho que quedó sobre la mesa, una parte más del proceso de edición de un producto editorial. Hagan el ejercicio de tomar tres publicaciones que tengan a mano, una novela, un catálogo y un periódico, si no tienen algo en formato físico, más sencillo aún, encuentren tres plataformas de distintos medios y vean el formato editorial de cada uno. Más allá de leer, interpreten el diseño editorial, cómo se diferencian entre sí gracias al contenido, y así mismo, cómo se diferencia cada una de otras novelas, otros catálogos y otros periódicos. Como conclusión, los invitamos a que lean la personalidad editorial de cada libro y respondan si esta es amable, directa, artística, neutra, experimental, tradicional, etc. Después de leer este artículo, cada quien podrá dar respuesta a estas preguntas con un ojo más profesional.