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Corrección de estilo y ortotipográfica: diferencias

En Bogotá, los semáforos de cada localidad cuentan una historia distinta. Si no hay malabaristas, está el que promociona el nuevo Mata tiempo, con sopa de letras y hasta más, o sino, el último “gadget” para el carro; en el mejor de los casos, hay vendedores de libros. En una ocasión, llevado por el afán intrínseco de vivir en la ciudad, paré de mala gana en un semáforo y vi escondido, entre las copias del best seller del momento, un libro que justo iba a comprar dos calles más adelante en una librería de nombre inglés. Pregunté y me pareció oír mal, era una tercera parte de lo que iba a gastar, entonces, sin pensarlo, levanté el libro, saqué uno de los tres billetes destinados para tal fin, pagué y me fui a casa, quería disfrutar de mi hallazgo callejero.

Vaya sorpresa, no pasaron dos páginas del contenido cuando encontré un error de digitación, se había ido una mayÚscula donde no era. Seguí la lectura e identifiqué otra. Seguí de nuevo y me perdí en un diálogo al no encontrar el signo de interrogación inicial en una frase. Dije, “¿Quién carajos corrigió esto?” Miré el título del libro, el nombre del autor, la editorial, y no, no era posible que un error así se les haya pasado, ¿cómo iba a desconfiar de esa editorial y de ese autor? Bueno, la respuesta era obvia, estaba leyendo una copia que nadie había revisado, solo copiado, impreso y vendido lo más barato posible.

A pesar de haber copiado el material de un libro original, el proceso se hace a las carreras para competir con la distribución de “el original” y en ese corre corre se generan los errores. Posteriormente los van corrigiendo, pero lo que yo tenía era una primera versión pirata que lejos de ser una AAA, era por ahí de la B. En fin, para evitar tales errores, toda publicación debe tener un proceso de corrección de estilo y ortotipográfica, pero, ¿qué es?, ¿quién la hace?, ¿para qué sirve? Y más importante, ¿cómo se diferencian?

Diferencias entre corrección de estilo y ortotipográfica 

Volvamos a la realidad, si toman un libro y buscan en la página legal, verán la información completa del equipo de trabajo: autor, editor, corrector, impresor, etc. Todos ellos son responsables de una parte del proceso de edición y de que, en conjunto, se presente un producto lo más perfecto posible. Ahora, independiente del tipo de publicación y tema, es obligatorio realizar varias lecturas con intervenciones al texto cuyo fin es el unificar el estilo de escritura, que se corrijan errores gramaticales, que se corrobore el buen uso de signos de ortografía, uso de tildes y formatos de citación, entre otros aspectos. De esta necesidad de revisión surgen dos tipos de correcciones, de estilo y ortotipográfica, ambas encargadas de aspectos diferentes pero complementarios, y que son imprescindibles de llevar a cabo.

Una corrección de estilo, que puede incluir la ortotipográfica, va mucho más a profundidad y se encarga de unificar y enriquecer un estilo de escritura, el cual ya depende del destino o uso del texto y requiere un nivel de interpretación y análisis mayor por parte del corrector.

En primer lugar, contrario a la intuición popular, una corrección de un texto no se mide por páginas escritas en Word, pues estas pueden variar en el tamaño de letra, interlineado, espaciado, etc., lo que ocasiona imprecisiones a la hora de medir la extensión real del documento. Para estandarizar los servicios de revisión textual se acude a la cuartilla, la cual es la unidad de medida que permite saber la extensión real de un trabajo y que puede tener una extensión de entre 1500 a 1800 caracteres con espacios (que es definida según el criterio de la editorial). Esta es el resultado de la división del total de caracteres con espacios de un documento entre la extensión que se define para la cuartilla. En este sentido, un corrector no medirá ni cobrará por su trabajo en páginas, sino por la cantidad de cuartillas existentes en el documento.

El siguiente paso es escoger el tipo de revisión, en este punto, definamos cada una. Una corrección ortotipográfica consiste en corregir errores en el uso de signos ortográficos y de puntuación, aplicación de recursos tipográficos como comillas, negrillas, versalitas, cursivas, entre otras; así como la correcta adecuación de elementos gráficos.

Esta revisión es primordial para homogeneizar elementos visuales que, al momento de la lectura en Colombia, pueden entorpecer o hacer de la experiencia algo más enriquecedor, o al menos más amable. Pero, para realizar este tipo de lectura se requiere de experiencia y de un ojo entrenado que sea capaz de identificar dobles espacios o caracteres fuera de lugar. Además, si bien esta revisión se puede hacer en gran medida en una primera lectura del documento en Word, conviene que sea completada con archivos diagramados en PDF.

Pues es en ese momento cuando se puede hacer el cotejo para estar seguro de que estas correcciones se aplicaron adecuadamente o, de lo contrario, para señalar posibles errores de diseño y diagramación.

Por otro lado, una corrección de estilo, que puede incluir la ortotipográfica, va mucho más a profundidad y se encarga de unificar y enriquecer un estilo de escritura, el cual ya depende del destino o uso del texto y requiere un nivel de interpretación y análisis mayor por parte del corrector. Esta corrección busca eliminar imprecisiones, generar coherencia sintáctica en el uso de tiempos verbales, régimen preposicional, concordancia, etc., además de ajustar el texto a las normas de uso del lenguaje de la academia de la lengua en cuestión, en nuestro caso, a las normas de la Real Academia de la Lengua Española. Por último, aunque no menos importante, se busca que el estilo de escritura del autor sea genuino y esté acorde al público al que va dirigido.

Como vemos, en conjunto estas correcciones son pasos imprescindibles para cualquier tipo de publicación; sin embargo, el nivel de intervención que se hará al texto dependerán del contexto en que circule el producto final. Veamos esto en particular, si se es estudiante universitario y se presenta un ensayo final de una materia, el principal responsable de ambas correcciones será el mismo alumno; ahora, si se va a entregar una tesis de pregrado o posgrado, es necesaria la revisión de una persona externa que haga una segunda revisión (vale aclarar que nos referimos a una “segunda revisión” pues es un segundo lector, no obstante, entre más lecturas se hagan del documento, más errores se enmendarán).

Otro caso es si se va a publicar un artículo de investigación o un paper, ambas revisiones ya son obligatorias y, de hecho, se vuelven un requisito para el medio que las publique. Finalmente, un libro (que no es pirateado ni vendido en algún semáforo) siempre tendrá ambas revisiones, responsabilidad que recae en la editorial y en el equipo se contrate para esta labor. En la mayoría de casos, estas empresas cuentan con personal especializada en temas, pues se requiere una formación distinta para corregir textos de nanopartículas contaminantes del medio ambiente que para estudios de mindfulness organizacional.

Como consideraciones finales, no hay que obviar el hecho de que este es un servicio editorial que tiene un costo en proporción a la extensión del documento y, según la complejidad del texto, nivel de formación, plazos de entrega y cantidad de lecturas a realizar, el costo puede aumentar. Al respecto, no es imposible que un autor experimentado en el tema haga tal labor, pero se le podrán ir errores que un segundo o tercer lector puede detectar fácilmente.

Ya como conclusión, si se establece una relación de costo-beneficio entre hacer o no estas revisiones vale recalcar que ante los ojos de un lector con poca paciencia un error es aceptable, pero la presencia sistemática de errores pondrá en duda la calidad, profesionalidad y reputación no solo del autor, sino de todos quienes hayan intervenido en el proceso de publicación. Por ello, siempre es recomendable optar por cumplir estándares profesionales al momento de publicar.

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